Conducta Shihan J. E. Caballero

Temas de reflexión: El Orgullo

…»cuando el orgullo es exagerado o excesivo, perturba inmediatamente las relaciones con los demás y cierra los cauces de progreso de la persona que lo alimenta. El JUJITSOKA debe mantener una actitud de modestia. Creer que ya lo sabe todo y que nadie puede enseñarle nada es el Gran Pecado del ORGULLO, cuyo castigo se paga de inmediato con la nula progresión, puesto que es uno mismo el que cierra los ojos y los sentidos ante la persona que puede enseñarle lo que aún no ha descubierto.»…

    Todas las personas están dotadas en mayor  o menor  grado de un sentimiento natural de orgullo fundado en la propia estima y que viene a ser como el motor que induce a comportarse de forma digna en todas las circunstancias de la vida.

   Pero cuando el orgullo es exagerado o excesivo, perturba inmediatamente las relaciones con los demás y cierra los cauces de progreso de la persona que lo alimenta. El JUJITSOKA debe mantener una actitud de modestia. Creer que ya lo sabe todo y que nadie puede enseñarle nada es el Gran Pecado del ORGULLO, cuyo castigo se paga de inmediato con la nula progresión, puesto que es uno mismo el que cierra los ojos y los sentidos ante la persona que puede enseñarle lo que aún no ha descubierto.

   EL ORGULLO del profesor es la satisfacción de formar personas útiles, capaces de un comportamiento solidario, altruista y generoso.

   El falso ORGULLO es desvivirse para alcanzar el mayor  grado DAN a fin de sentirse por encima de los demás.

   Pero me gustaría que veamos que nos dice DIOS acerca del ORGULLO desde mi modesta óptica.

   La Teología considera al ORGULLO uno de los 7 Pecados Capitales, lógicamente es el 1ro pues tal como se lee en el libro de Proverbios de la BIBLIA 16:5 “Abominación a YAVE es todo altivo de corazón; ciertamente no quedará impune” y Proverbios 29:23 leemos “La soberbia del hombre le abate, pero al humilde de espíritu sustenta la honra”.

   No obstante antes de avanzar conviene saber que a fines del siglo VI el Papa Gregorio El Grande dividió los pecados bajo 7 encabezamientos: ORGULLO, IRA, ENVIDIA, IMPUREZA, GLOTONERIA, PEREZA Y AVARICIA y estos han sido llamados “Los 7 pecados mortales”. Las Sagradas Escrituras en ninguna parte los nombra en forma colectiva pero condena puntualmente a cada uno en muchos pasajes. Santo Tomas de Aquino y la mayor parte de los grandes teólogos han estado de acuerdo con el Papa Gregorio y estas 7 figuras han llegado a formar la reconocida Teología Moral.

   Estos pecados han sido también temas de muchos poetas. El arreglo del “purgatorio” de Dante sigue el orden de los 7 pecados mortales. Se los analiza minuciosamente en el “Parson’s Tale” de Chaucer y en el “Doctor Faustus” de Marlowe. Hasta hubo una película italiana titulada “los 7 pecados mortales”.

   Pues bien retomando el tema quiero decirles que el orgullo que Dios abomina, no es el respeto de sí mismo, ni el legítimo sentido de dignidad personal. Es un arrogante amor propio, que se estima a sí mismo fuera de toda proporción con lo que realmente valemos. Es aquel repugnante egoísmo que es repulsivo tanto al hombre como a Dios. Es aquel engreimiento chocante que se contonea delante de los hombres y se pavonea hasta en la presencia de Dios mismo. Dios lo detesta, le hace estremecerse. Dios ha dicho en el Salmo 101:5 “No sufriré al de ojos altaneros y de corazón vanidoso” Dios no puede soportar el orgullo.

   EL ORGULLO puede manifestarse de diferentes maneras pero siempre emana del altivo corazón humano. Algunos se enorgullecen de su semblante, otros de su raza, otros de sus negocios y otros de su posición social en otras palabras, el orgullo puede ser espiritual, intelectual, material o social. El más repugnante de los cuatro es el orgullo espiritual. Este orgullo de espíritu fue el pecado que motivó la caída de Lucifer, el diablo. Fue justamente el comienzo del pecado mismo.

   En Isaías 14:12-15 leemos “como caíste del cielo oh lucero, hijo de la mañana, cortado fuiste por tierra, tú que debilitabas a las naciones, tú que decías en tu corazón: subiré al cielo, en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte, sobre las alturas de las nubes subiré y seré semejante al Altísimo. Más tu derribado eres hasta el seol, a los lados del abismo.

   Tenemos un quintuplicado “YO” de Lucifer “Yo subiré, yo levantaré mi trono, yo me sentaré, yo subiré, yo seré semejante al Altísimo”. El orgullo de su corazón fue el primer pecado que se cometiera en todo el universo.

   Cuando nosotros, como Lucifer, empezamos a sentirnos dueños de nosotros mismos o que nos bastamos solos, dejando de lado al Señor, pisamos terreno peligroso.

   El orgullo espiritual por cuanto confía en los meritos propios más que en la Gracia de Dios, es objeto de la condenación Divina. Induce en nosotros un desprecio de los demás, a la vez que nos hace despreciables ante los ojos de ellos. Dice, como el repulsivo fariseo de antaño, “Dios te doy gracias porque no soy como los otros hombres”. Este orgullo es presumido, jactancioso y engreído. Dios definitivamente aborrece el orgullo espiritual por cuanto presume de su propia justicia. Es el contoneo de un vagabundo vestido de harapos inmundos, que se imagina ser el mejor vestido de todos los hombres. El orgullo espiritual sería motivo de risa si no fuera a la vez tan trágico. Dios ha hecho una severa advertencia a estos descendientes de los fariseos. Ha dicho en Santiago 4:6 “Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes”

   Hay quienes creen tener el monopolio de la verdad, han llegado a ser presuntuosos, presumidos, orgullosos y farisaicos. Hay otros que se vanaglorian de su justicia propia  creyéndose mejores que  los demás. No hacen esto, ni hacen aquello. Guardan la letra de la Ley pero hace mucho que olvidaron el espíritu de la Ley. Son culpables del orgullo espiritual. También hay quienes se creen puros ellos mismos e impuros a todos los demás. Han olvidado que no hay tal cosa como una Iglesia completamente pura (en su parte terrenal delegada a los hombres que son de naturaleza pecadora). Cristo enseñó que la cizaña y el trigo crecerían juntos, y que no nos sería posible distinguir la una de lo otro hasta el fin de los tiempos. Sin embargo hoy día muchos modernos fariseos tratan de hacer lo que Dios dijo que no podría hacerse antes que Cristo venga otra vez. Hay muchos que tratan de sacar la paja del ojo ajeno, y tienen una viga en el ojo propio. Estos son los altivos envanecidos de Isaías 66:5 “Estate en tu lugar, no te acerques a mí porque soy más santo que tú”, que pasan el tiempo criticando y murmurando acerca de otros. Este es el peor de todos los orgullos.

   Otra forma de orgullo es el orgullo intelectual. En 1ra. Corintios 8:1,2 La Biblia dice a los que padecen de esta forma de autoengaño espiritual…”El conocimiento envanece, pero el amor edifica y si alguno se imagina que sabe algo, aún no sabe nada como debe saberlo”. Esta clase de orgullo se manifiesta en cierta arrogancia hacia los indoctos, los iletrados y los oprimidos. Olvidan que la capacidad mental de cada cual le fue dada por Dios, y que el conocimiento que llegue a tener se debe en gran parte a las labores de otros. ¿Es esto un motivo de arrogancia intelectual? Dice el apóstol San Pablo en Romanos12:16”…No altivos, sino asociándonos con los humildes…”

   En cierta ocasión el filósofo Platón agasajaba a unos amigos en un salón en donde había un reclinatorio ricamente adornado. Uno de sus amigos entró, muy sucio como de costumbre y pisoteando el reclinatorio dijo: “He pisoteado el orgullo de Platón”. Platón contestó apaciblemente, “pero con un orgullo mayor, amigo mío”. El orgullo intelectual es muy a menudo un enemigo del cristianismo, por cuanto da a su poseedor la confianza en sí mismo antes que la confianza en Dios. Leemos en Proverbios 3:5,”Fiate de Yavé de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia”. Pero los orgullosos intelectuales no hacen esto. Quieren meter a Dios en un tubo de ensayo y si no pueden hacerlo entonces no lo aceptan. No quieren apoyarse en El y fiarse de Él. No pueden comprender que la fe sobrepasa al entendimiento, al conocimiento y aún a la razón y acepta aquello que quizás ni aun parezca lógico a la mente humana. Tener conocimientos sin tener fe es usar solamente una mitad de la mente. Dice el salmista en el salmo 111:10, “El principio de la sabiduría es el temor de  Yavé”

   Al contrario de lo que muchos creen, la religión incrementa el intelecto antes que entorpecerlo, Pablo un gran intelectual, él mismo, dijo en Romanos 12:2 “…Transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento…” El orgullo intelectual que propende a la intolerancia, al fanatismo y al engreimiento. Dios lo abomina. Dios detesta el orgullo intelectual, dice en Proverbios 26:12 “¿Has visto hombre sabio en su propia opinión?” más esperanza hay del necio que de él.

   Otra de las manifestaciones del orgullo es el enorgullecerse de cosas materiales. Los bienes materiales, así como toda otra bendición, vienen de Dios. Dice el Señor en Deuteronomio 8:18 “Acuérdate de Yavé tu Dios, porque El te da poder para hacer las riquezas…” y en Crónicas 21:12 David dice, “Las riquezas y la gloria proceden de ti, y tú dominas sobre todo. En tu mano está la fuerza y el poder, y en tu mano el hacer grande y el dar poder a todos”.

   El orgullo material entroniza el Yo en lugar de Dios. Exalta las cosas secundarias hasta darles el primer lugar, y la vida resulta desequilibrada. Entonces, el individuo comienza a concentrarse sobre lo que tiene, más bien que en lo que es delante de Dios, y el alma se empequeñece. El orgullo material tiende a hacer codicioso al hombre. La sed del dinero puede constituirse en un hábito aun peor que la sed del alcohol.                                                    En el Salmo 62:10 se nos advierte, “No confiéis en la violencia, ni en la rapiña, no os envanezcáis, si se aumentan las riquezas, no pongáis el corazón en ellas”. Otra vez nos advierte la Biblia en 1 Timoteo 6:9, “los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición”.

   Todas las cosas materiales que tenemos vienen de Dios. La capacidad para acumular riquezas viene de Dios. El tiempo que se nos concede para gozar de  las cosas materiales viene de Dios.   ¿Por qué, entonces este injustificado orgullo humano en nuestras posesiones? En Santiago 1:17 se nos enseña que “toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto”. No poseemos absolutamente nada que no provenga de Dios. El nos dio las fuerzas para trabajar, la mente para pensar y las oportunidades, todo ello viene de Dios.

   Existe también el orgullo social. Este se manifiesta en la arrogancia de clase, de raza y de casta. Dijo cierto estadista mundial que el pequeño átomo nos ha hecho a todos del mismo tamaño. Dios nos hace distingo entre los hombres como los hombres lo hacen entre ellos mismos.

   Hoy día son pocos los que creen en  la existencia de una súper raza, ésta idea es anti bíblica, anti escritural y anticristiana. Mientras estudiaba en mi adolescencia oí mucho acerca de  Hitler, quien creía en esto. Sus ideas trastornaron al mundo entero y devastaron a una gran nación.

   ¿Cuántas personas hay que tienen el pecaminoso orgullo social? Es interesante ver en los noticieros, en las grandes reuniones de estado, como los embajadores y gobernantes de los países más pequeños, ostentan trajes o vestiduras deslumbrantes y ricamente engalanadas, mientras los representantes de las naciones más grandes se distinguen por sus ropas más sencillas y modestas. Una cebra luce más que un caballo de tiro, pero al humilde caballo se le ama más por cuanto nos sirve mejor.

   Si las Escrituras enseñan que el orgullo es pecado. Toda clase de ORGULLO es una piedra de tropiezo para el reino de Dios. Creo que el pecado que más impide a hombres y mujeres entrar al cielo, es el orgullo, pareciera que fuera el pecado que Dios más aborrece.

   ¿Qué podemos hacer? Confesemos nuestro pecado y humillémonos delante de Dios. Nadie alcanzará la gracia divina con orgullo en su corazón y no podremos acercarnos a Él. Reforcemos nuestras armaduras  con la oración y acerquémonos a La Iglesia, a nuestro párroco o consejero, a un hombre lleno del Espíritu Santo que nos ayude a identificar éste adversario y a liberarnos de él. El budoca, el sensei es un espejo dónde muchos se miran,  es imprescindible desatarse de éste horrendo obstáculo para alcanzar la plenitud de CRISTO y ser un ejemplo para los demás.

   Que Dios los guarde y bendiga a Uds. y su Flia.

 JORGE EDMUNDO  CABALLERO-
DOJO-DO-Nihon-Jujitsu-Shihan