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27 de febrero, creación de la bandera nacional.

El General Manuel Belgrano fue protagonista de la construcción de nuestra identidad nacional, no sólo como creador de nuestra insignia patria, sino también como intelectual y precursor de grandes gestas militares tanto como estratega y como táctico, que abrieron camino hacia nuestra Independencia.

La creación de la Bandera Nacional fue uno de sus legados, que merece ser destacado como un acto heroico de aquellos hombres y mujeres que lucharon por lograr la unidad en torno a valores e ideales comunes que sentarían las bases para la construcción de la Patria.

Belgrano fue uno de los hombres más significativos del movimiento emancipador hispanoamericano. Luchador de los derechos de las personas reflejados en los principios de “libertad e igualdad” fue un defensor acérrimo de la unidad nacional y uno de los primeros en bregar por las culturas originarias.

Impulsó la educación y donó sus bienes con ese fin. La creación de nuestra insignia fue uno de los tantos aportes realizados a la Patria. La Revolución de Mayo marcó como ningún otro hecho el inicio de nuestra historia común, nuestra trayectoria como pueblo que anhelaba la independencia y el poder forjar un futuro compartido en el marco de una identidad propia.

Más de doscientos años después, nos encuentra enarbolando los colores de nuestra Bandera Nacional, como símbolo que nos representa y hermana como argentinos. Sabemos que el valor de pertenecer a esta Nación no pasa por agitar banderas, sin embargo queremos que todos los argentinos pero, en especial, nuestros jóvenes, formen parte de una cultura y que esa cultura sea un patrimonio, una marca de identidad y un derecho. Esto es lo que, en definitiva, encierran los colores de nuestra bandera.

Luego de los sucesos de Mayo y a fin de resguardar la revolución se inició una campaña militar que debía proteger las fronteras del avance realista. En este contexto, en Marzo de 1812, el Gral. Manuel Belgrano tomó el mando del Ejército del Norte pero durante su viaje advirtió cierto decaimiento del patriotismo. En tales circunstancias, Belgrano tomó a su cargo la tarea de “salvar a la revolución”, y sostuvo: “…procuraré hacerme digno de llamarme hijo de la Patria”. Vicente Sierra indicó sobre esta cuestión que “el mando del Ejército del Perú no era de ambicionar: falto de hombres, de armas y de dinero, y con la ardua misión de contener a un ejército triunfante cuatro veces mayor”.

Fue en esta situación que, al tomar la ruta del norte, Belgrano llevó consigo una bandera, que pocos días antes había enarbolado como enseña de las tropas de su mando. En efecto, durante su corta estadía en Rosario recibió noticias de que una flota enemiga intentaría desembarcar en el Paraná. En estas circunstancias, concibió la idea de crear “un distintivo de la Revolución” a fin de enfervorizar a la tropa, puesto que hasta ese entonces se venía usando la bandera española.

Su primer acto, en tal sentido, fue proponer al gobierno, mediante un Oficio de fecha 13 de Febrero, el establecimiento de una “escarapela nacional”. Hasta ese entonces los cuerpos del ejército usaban distintas escarapelas, de manera que, en vez de símbolos de unión “…casi era una señal de división cuya sombra, si era posible, debía alejarse”. Así, el 18 del mismo mes, es decir cinco días después, el Triunvirato decretó: “Sea la Escarapela Nacional de las Provincias Unidas del Río de la Plata, de color blanco y azulceleste…quedando la roja abolida”.

Belgrano tenía por encargo fortificar las costas del Paraná, a la altura del entonces pueblo de Rosario, para dificultar la navegación a los barcos realistas procedentes de Montevideo. En esas circunstancias, con motivo de inaugurarse las baterías Libertad e Independencia, y careciendo de bandera para ello, dispuso la confección de una con los colores de la escarapela, cual reza el documento más significativo en la historia de nuestra bandera:

“EXCELENTÍSIMO SEÑOR: En este momento que son las seis y media de la tarde se ha hecho la salva en la batería de la Independencia, y queda con la dotación competente para los tres cañones que se han colocado, las municiones y la guarnición.

He dispuesto para entusiasmar las tropas y estos habitantes, que se formasen todas aquéllas, y les hablé en los términos de la nota que acompaño. Siendo preciso enarbolar Bandera, y no teniéndola la mandé hacer blanca y celeste conforme a los colores de la escarapela nacional; espero que sea de la aprobación de V.E.

Dios guarde a V.E. muchos años. Rosario, 27 de febrero de 1812.”

Sin esperar respuesta mandó hacerla para la primera batería habilitada, llamada de la Independencia, emplazada en la isla fronteriza a las barrancas del Rosario llamada “El espinillo”. En ocasión de su inauguración, que se realizó al día siguiente en tierra firme (próxima a la batería Libertad aún en construcción), Belgrano tomó juramento de lealtad a la guarnición destinada a su servicio:

“Soldados de la Patria: En este punto hemos tenido la gloria de vestir la escarapela nacional que ha designado nuestro Excmo. Gobierno: en aquél, la batería de la Independencia, nuestras armas aumentarán las suyas; juremos vencer a nuestros enemigos interiores y exteriores y la América del Sud será el templo de la Independencia, de la unión y de la libertad. En fe de que así lo juráis, decid conmigo ¡Viva la Patria!”.

La ceremonia de inauguración, al decir de los historiadores y poetas, alcanzó contornos emotivos: “al ocupar las tropas su puesto de honor, enarbolaron la bandera azul celeste y blanca, desplegándose en paño batido por el viento, mientras la saludaba una salva de cañonazos. Así se inauguró la bandera argentina, en la tarde del 27 de febrero de 1812, en momentos en que el sol se ocultaba en el ocaso, besando con sus últimos rayos el símbolo sagrado de nuestra redención política”.

En consecuencia, Belgrano creó y mandó izar por primera vez la Bandera nacional en el poblado de Rosario, por lo que es plenamente legítimo que la ciudad de este nombre se caracterice como “Cuna de la Bandera nacional”.

Sobre el diseño de aquella primera bandera se ha discutido mucho a lo largo de los años. La versión con mayores coincidencias indica, que si Belgrano nombró en primer lugar el blanco esto permite interpretar que estaba en primer lugar respecto del celeste; pero también aquí hay divergencias, ya que para una minoría de autores la bandera constaba de dos paños en vertical y para la mayoría, lo era en horizontal. Esta última interpretación cuenta a su favor con un valioso documento pictórico que es el retrato al óleo atribuido al artista Casimir Carbonnier, para el que Belgrano posó en persona durante su estancia en Londres en 1815; allí, al costado de su figura hay una escena de batalla donde se advierten con toda claridad un par de banderas, ambas de dos segmentos horizontales: blanco arriba y celeste abajo. Esta es la hipótesis sostenida por el “Instituto Nacional Belgraniano” y la mayoría de la crítica.

Una tercera posición fue sugerida por la historiografía liberal de fines del siglo XIX y comienzos del XX, consigna que la primera bandera fue de tres franjas (celeste, blanca y celeste) tal como hoy la conocemos y una, cuarta, difundida por el investigador rosarino Augusto Fernández Díaz en 1957, quién manifiesta que era de tres franjas horizontales: blanca, celeste y blanca, conforme a la llamada “bandera de Macha” descubierta en Titiri (curato de Macha), hoy en Sucre (Bolivia)

En su comunicación al Triunvirato Belgrano fue muy claro cuando aludió al porqué eligió los colores que adoptó. Para esto utilizó las siguientes palabras “conforme a los colores de la escarapela nacional” Toda especulación al respecto queda aventada por los dichos del prócer.

Suele decirse que el blanco y celeste eran los colores de la dinastía borbónica, lo que no es acertado. Esta familia real se identificaba solo con el blanco. La confusión viene de que en 1771 Carlos III instituyó una orden nobiliaria con su nombre que adoptó como divisa el blanco y el celeste del manto de la Inmaculada Concepción, patrona de España y de las Indias (Ref.: la bula papal de Clemente XIII “Quantun Ornamentun”, de 1760 y Real Cédula de Carlos III, fechada el 19 de septiembre, 1771)

Apuntamos aquí que las primeras escarapelas no eran similares a las actuales, tenían una circunferencia mucho mayor (entre 10 y 15 centímetros de diámetro) para que pudieran distinguirse en el fragor del combate. Se componían de un centro celeste y una corona blanca; diversos testimonios pictóricos así lo comprueban (Referidos por Mario Golman; en “Enigmas sobre las primeras banderas argentinas”, capítulo 7).

Corresponde dedicar un párrafo especial al término “azul celeste”, colores de la escarapela según lo dispuso el Triunvirato. Hay coincidencia en la gran mayoría de los autores de que en la época era indistinto usar tanto la terminología citada como las expresiones “celeste” e, incluso, “azul”. El relato que Belgrano hizo al Gobierno indica que, para su entendimiento, el “azul celeste” es sinónimo de “celeste”, ya que en su oficio del 27 de febrero utilizó esta calificación para describir la bandera creada por él y así lo reiteró en el oficio del 18 de julio del mismo año (Ref. AGN, 1 *)

El izamiento se realizó en el mástil erigido a tal efecto en la misma plaza de armas (Cfr.: entrevista a Maciel por Pastor Obligado contenido en “Recuerdos de antaño”) No resulta creíble un relato muy posterior que indica que la operación se concretó utilizando la rama de un gran ombú existente en el lugar, ya que el emplazamiento del mismo es todo un contrasentido con referencia al polvorín ya que podía atraer el rayo en caso de tormenta, como lo sabía el gaucho en forma empírica por lo que construía su rancho apartado de la sombra de grandes árboles.

La tradición indica que cosió esta bandera la señora María Catalina Echevarría de Vidal. Eventualmente pudo recibir la ayuda de alguien de su personal doméstico, pero no luce plausible que hayan colaborado otras señoras de su relación ya que la sencillez de la pieza que no llevaba ningún bordado en su paño, no demandaba mayor trabajo. Es factible que la tela haya sido tomada de las existencias de la tienda familiar de la citada.

La tradición oral y los usos de la época señalan que el encargado del izamiento en la ceremonia del caso fue la principal autoridad civil presente en Rosario, el regidor de tercer voto (vocal) del Cabildo de Santa Fe, de cuya jurisdicción dependía Rosario. Se trataba de Cosme Maciel y López Pintado, de 28 años, teniente de las milicias cívicas de esa ciudad, que con los años alcanzará destacado desempeño en la política santafesina. (Cfr. Pastor Obligado; “Recuerdos de antaño”, que en 1862 entrevistó al personaje en su ancianidad).

Dedicamos de esta forma nuestro humilde homenaje en este artículo al General Manuel Belgrano y la creación de nuestra bandera nacional.

Bibliografía:

Mitre, Bartolomé; Historia de Belgrano y la Independencia Argentina.

Pasquali, Patricia; La bandera de Belgrano: antecedentes, realidades, mitos y enigmas.

Sierra, Vicente; Historia de la Argentina (1810-1813).